247 pesos con setenta, le marcó la caja registradora a una abuela que llevaba tres paquetes de polenta, un pedazo de queso fresco, un cartón de tomate y dos sobrecitos de jugo en polvo. Mayoría de productos de terceras marcas.
— Señora, le faltan 107 pesos con setenta— le dijo la cajera a la clienta.
— No llego, tengo eso nada más.
La cajera miró la pantalla— Entonces va a tener que dejar algo. Deje el queso. El queso solo le sale 75 pesos.
— Bueno, dejo el queso porque no llego.
— Le falta todavía. Va a tener que dejar algo más— insistió la cajera.
La clienta revisaba sus bolsillos. Se quedó pensando. Y mientras miraba las cosas que tenía sobre la mesa, eligió.
— No sé, dejo el jugo.
— Ahora son 145 pesos con setenta. Le faltan 5 pesos con setenta.
— ¡Acá tengo 5 pesos!— Exclamó la clienta que encontró el billete en un pequeño monedero.
—Listo. Deme los 5 pesos. Deje. Vaya.
Ese fue el diálogo entre una abuela y una cajera en un supermercado chino en Quilmes, el domingo por la noche.
La mujer, de unos 70 años, había agarrado de las góndolas los alimentos y debió dejar una parte para poder salir del mercado. Quería hacer polenta con queso. Era evidente.
Una escena que en las cajas de los supermercados de barrio se repite con continuidad entre las familias argentinas, aquejadas y angustiadas por la crisis.
Es la Argentina de estos tiempos, la Argentina gobernada por el presidente Mauricio Macri.
