jueves. 25.04.2024

Mis papeles

  • No me desprendería jamás de mis ojos, pues con ellos veo el futuro. Por el resto de mi anatomía no me preocupo, el tiempo espeso que corre sobre nosotros la guardará por siempre bajo algún nogal esbelto

A mis precavidos goces, gracias. No fue hace mucho tiempo que la vida era un mejunje de festividades. Mi corazón saltaba extasiado frente a la rutilante pasarela en la que a diario caminaba rodeado de todo tipo de tesoros.

 - ¡ayúdame, tú, santo! ¿Es que no me ves aquí acurrucado ante el espanto? He saboreado lo mejor de lo mejor y aun así huyo fuera del escandaloso presagio.

He desaparecido, a mi alma la he estrangulado y a mis oxidados atributos los he enterrado bajo llanto y sal. Tomaré mis papeles y me haré viento. La claridad del vidente me ha poseído, la soledad del vagabundo me ha asaltado. Ah, miseria, brujos, eminencias, me deshilacho como el carbón y les hago entrega de mis uñas.

 Salté al vacío con dolor en las venas, recorrí los pasillos humedecidos por el paso del tiempo y los vinos se deslizaron por mi garganta carrasposa de humo y olvido. Antaño, sobre el lomo de mi esperanza brillaba un sol agazapado; a diario lo lamía y le regalaba flores.

Invoqué a las plagas, a los demonios, me anticipé a las tormentas y les abrí la panza. Me hice con la gracia del ocaso y machaque con las muelas el ultimo dejo de bondad. Todo fue olvidado y las ranas no croaron sobre mi noche incipiente. Perdí todo rastro de humanidad.

Y así despedazado se alzó sobre mí el desgastado follaje. Las ramas formaban caminos sobre la tierra fría como gusanos congelados y las aves de mil colores entonaban goces y lamentos (al borde del infierno los cerdos disputaban un clavel) Quizá el viejo augurio le devolviese a mi corazón algo de ternura.

- ¡¿Qué sensación tan placentera me ha asaltado en el desdichado sueño?! – Consulte a las deidades que me ignoraban.

-Seguirás siendo bestia, barro, moho, un fétido puñado de magia- así me salpicaba la elocuencia del endemoniado delirio- sírvete del barrancoso abismo y agota toda posibilidad de hermandad.

Ay, no me fulminen aún con sus recados inmundos. Bien he comprendido en la pupila elegante las pautas que ignoran la ética moralista de escritos de cajón. Y como entiendo mi perfecta comunión con el fuego me calcino ante vuestros ojos espantados.

Juan Ignacio Velasco.

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