Sus ojos se calcinaban,
como si un dejo del sol
se posará sobre la esfera
La llama ardía venenosa
Sobre la vela un recelo,
un sórdido suspiro
La admira con cautela
quien alguna vez
abrazo el fuego indómito
Danza la llama monstruosa
en la pupila lila
de un pobre pagano.
II
Cantan las églogas ¡Elogian!
¿Es aquel el joven renegado?
Como de un mar de zarigüeyas
emerge el cuarzo cubierto de algas
¿Sacude el fuego su impureza?
Si tan solo el ácido tacto
le supiese a promesa
lo guardaría en sus bolsillos
Se escuchó nítidamente
el grito ahogado
de los bosques sureños:
¡Se incendiarán sus corazones!
III
En sueños difuminados
fue que vi su pútrido rostro:
Caían larvas de sus ojos
como pus espesa y verdosa
Y es que un desdén despavorido
irradiaban los zafiros del sin alma
cuando en su contemplar la materia
vio danzar al ser inmarcesible.